jueves, 25 de febrero de 2010

Donde la vida vale veinte céntimos y donde no hay nada más bacán que desearse la muerte

Cuando trato de imaginarme al Perú reflejado en otro país, se me viene a la mente alguno de esos estados africanos que viven gobernados por dictadores y en donde, imagino, la vida no vale lo que debiera. Donde sus ciudadanos hacen lo que sea para no morir de hambre y donde la ley de la selva es lo único que se conoce.

¿Estamos tan lejos de parecernos a Siria, Yemén o Etiopía? Creo que no. Hace poco un psicólogo organizacional nos mostró, en grupo, un video en donde un leader contaba que fue víctima de un ataque motivado por la venganza. Este sujeto vivía en un país africano paupérrimo y entrenaba a un equipo de fútbol conformado por jóvenes drogadictos.

Contaba que en su país la violencia y la venganza eran aceptadas socialmente, con una actitud serena y cierta resignación. Mostró un corte en la pierna que se lo habían hecho con un machete. Refería que lo que pasó no estaba mal, pues el agresor hizo lo que tenía que hacer. Y todos contentos y felices. Que viva el fútbol.

La barbarie no es muy distinta acá. Si bien no llegamos al extremo de resignarnos a que nos macheteen –porque agarramos un fierro caliente y le desfiguramos la cara al pendejo-, pasan cosas que nos ponen al nivel del entrenador en cuestión y a las bestias africanas que se devoran unas a otras.

Hoy en la mañana escuchaba la radio y no podía creer que una muerte tuvo origen en una disputa por veinte centavos. Un sujeto se negó a pagar veinte céntimos más en un micro y se armó la gresca, el chongo; tan peruano, tan limeño. El tipo fue golpeado y arrojado fuera del bus y –claro, ni que fuera huevón- chapó su piedra y la reventó. En medio de una situación confusa, fue golpeado aún más, y llegó a parar a la comisaría, para seguir recibiendo golpes. Finalmente murió.

Murió, qué bien suena, sobre todo en una canción y si es de cumbia mucho mejor. Ojalá que te mueras cantaban en el tono del último fin de semana. Qué rica canción, el hit del momento. Hasta la mocosa que rondaba por ahí la vitoreaba. Cuando crezca se volverá una africana más, aceptará que es normal que todos se maten, a machetazos, por unas monedas, por lo que sea, es el destino.

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sábado, 13 de febrero de 2010

Jamás en esta vida

Jaime Bayly podrá ser el ejemplo a seguir de lo que se conoce como snob, del comportamiento rebelde que no se ve mal si viene de un chico –o viejo- bien, de la lengua larga que tanto se jacta de hacerle bien a una sociedad cínica como la nuestra, del hablar a calzón quitado y demás extravagancias que dan risa y mucha risa. Total, como decía un legendario profesor del periodismo televisivo, la caja chica sirve para eso, para la gran carcajada, para el entretenimiento.

Pero estas características en su comportamiento –y que un 6% de Lima celebra- me hace solo pensar en que ni aunque estuviera decepcionado de la política (así cliché como suena) votaría por él. Como acaba de decir Marisol Espinoza, de La República, Bayly acaba de tener un tropezón al invitar a su dizque chica a su cague de risa de programa. ¿Qué hará el próximo fin de semana? ¿Invitar a otra chibola que se pudo haber follado –palabra que tanto le gusta- en Miami? ¿A una aventurilla suya homosexual? ¿Y así sucesivamente? Nada es imposible.

¿Para qué quiero yo un presidente que me hace cagar de risa? En ese sentido tiene razón Castañeda. ¿Se imaginan a Bayly besando a algún presidente guapachoso frente a cámaras? ¿O persistiendo en que hay que quitar el presupuesto de las fuerzas armadas?

Por muy snob que seas, Jaimito, espero que nadie vote por ti.

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